Giacomo Casanova tuvo centenares de aventuras con todo tipo de mujeres,
pero quizá la más peculiar fue la que vivió, sin él saberlo, con Lucía de
Pasean.
Todo empezó con un baile. Un adolescente Casanova es invitado a una fiesta
que organiza una condesa en su mansión, en donde los padres de Lucía están al cuidado
de las tierras. Allí se conocen y se enamoran. Al despedirse se comprometen,
Casanova jura volver cuando acabe sus estudios para casarse con ella. Pasarían
décadas antes de que Casanova la viera por segunda y última vez.
Ella lo espera, pero enferma de viruela. Esta enfermedad le marcaría la
cara, profundas cicatrices le acompañarían durante toda su vida. Avergonzada y
con temor a que su prometido la viera en tal estado, decide escaparse de casa,
cogiendo consigo un velo, tapándose la cabeza y saliendo al mundo con ninguna
esperanza de supervivencia. Sabía que la tratarían como un monstruo si
descubría su cara, que lo más probable era acabar en un circo ambulante donde
las deformaciones humanas son objeto de mofa y diversión. Decide prostituirse como
última alternativa. No lo tuvo fácil para conseguir clientes, pero gracias a su
personalidad y sacando partido de su velo inventándose historias sobre su
procedencia, consigue tener un círculo de entre cuatro o cinco clientes
habituales que la mantienen.
Pasan los años y su recuerdo de aquel joven que juró volver a por ella
sigue tan vivo como el primer día. Sueña con encontrarlo alguna vez, con poder
verlo aunque sea de lejos, saber de él. Y la casualidad quiso que tuviera esa
oportunidad.
Lo reconoce inmediatamente.Tantos días imaginando en verlo entrar por esa
puerta y, de repente, ahí lo tiene. Casanova entra con tres amigos más y coge
asiento con tal de elegir a una prostituta. El dueño les habla de una muy
especial, que nunca enseña su rostro a nadie y que todos se quedan muy
satisfechos con ella. Casanova, que había fornicado con todas y de todas las
maneras, se queda sorprendido ante la original historia del dueño, y le incita
a que le presente a esa chica tan misteriosa. La invita a una bebida y se la
lleva aparte para poder conocer su historia. Ella le cuenta una historia que
nada tiene que ver con la realidad, y ansiosa por saber de él, le ruega que le
cuente su historia. Casanova pasa horas y horas hablándole de sus aventuras,
entre ellas la de una muchacha que conoció en un baile y que se prometió con
ella. - Y que pasó con esa relación? - le pregunta. Él le cuenta que volvió,
pero que nunca la encontró y que la había buscado por toda Europa. Ella no
consigue evitar que le caigan las lágrimas, aunque consigue que no sospeche
nada y se guarda muy bien de rebelarle que aquella jovencita es ella. Cuando
acaban de hablar Casanova le cuenta que no tenia intención de acostarse con
ella, pero le ha cautivo tanto que no se resiste en tener una aventura con ella
y así acordarse siempre de ella. Lucía ve la oportunidad de vivir, aunque sólo
fuera por una noche, aquel amor que la fatalidad destruyó antes de que
empezase. Se despidieron, pero el destino faltaba por darle la oportunidad a
Casanova de ver a su primer amor. Ya se lo había concedido a ella, y ahora le
tocaba a él...
La última vez que se vieron (esta vez fue Casanova el que la reconoció y no
ella) y se puso punto final a la historia entre ambos fue en una taberna de
Holanda. El rostro de Lucía había mejorado mucho gracias a todos los clientes
que poco a poco fue adquiriendo, pues su fama llegó a ser bastante alta y
aunque no ganó grandes cantidades si pudo reformar visiblemente su rostro. Se
fue de aquel ambiente, se deshizo de su velo, pero la costumbre ya estaba
demasiado arraigada. Lo que había ganado se lo gastó en alcohol y poco a poco
se fue hundiendo mas hasta acabar otra vez en la prostitución, ahora sin el
famoso velo.
La taberna era de lo peor de Holanda y Casanova ya se iba a marchar cuando
el dueño le dijo que tenía una chica veneciana, que a lo mejor le gustaría.
Tuvo curiosidad por saber si la conocía... Habló con ella para comprobarlo si
era paisana suya y le dijo que si. Él le hizo más preguntas pero la chica se
encontraba bastante borracha y apenas podía mantener el equilibrio, pero cuando
le dijo los años que tenía cuando abandono su casa y el barrio donde vivía la
reconoció. Como cuenta en sus memorias: "Me sentía emocionado… Miro con
más atención a la desgraciada, y pronto reconozco a Lucía de Pasean. No podría
expresar el penoso sentimiento que me embargaba. Me cuidé mucho de darme a
conocer, y me esforcé por conservar mi aire de indiferencia. La mala vida, más
que su edad, había ajado su rostro y destruido sus encantos. Lucía, la tierna,
la hermosa, la inocente e ingenua Lucía, a la que yo tanto amé y a la que había
respetado por los sentimientos que me inspiraba, se había vuelto fea,
repugnante, y se había convertido en una alcahueta en un lugar de prostitución.
La idea era horrorosa. ¡La infeliz bebía como un marinero, sin examinarme, sin
sentir siquiera interés por saber quién era yo! Saqué unos ducados de mi
escarcela, se los puse en la mano, y sin darle tiempo a que viera lo que le
había dado, salí de aquella tenebrosa y repugnante taberna”.
Casanova nunca supo que aquella misteriosa prostituta del velo era en realidad Lucia de Pasean.
0 comentaris:
Publicar un comentario