...o cómo cagarla en equipo.

lunes, 15 de octubre de 2012

Mentiras


Nos pasamos media vida mintiendo y la otra mitad encubriendo esas mentiras. Todo el mundo miente y quién diga que no, miente. Pero muchas veces no somos conscientes ni siquiera de nuestras propias mentiras. Recurriendo a una vieja expresión: “siempre vemos la paja en el ojo ajeno”. Aquí el problema no es mentir, pues todos lo hacemos; el problema es que te pillen.
Mentiras hay muchas y de muchos tipos. Por ejemplo, cuando digo que muchas veces no nos damos cuenta de nuestras mentiras es porque salen de nuestra boca antes de que tengamos tiempo a saber que vamos a mentir:
“-Hola, ¿cómo estás?
-Bien.”
“-¿Qué te pasa?
-Nada.”
Estoy segura que la mitad de las veces que contestamos eso es mentira. ¿Por qué lo decimos entonces? Por comodidad. Si te digo que estoy mal me vas a preguntar que qué me pasa y a lo mejor no quiero explicártelo. A lo mejor ni siquiera sé lo que me pasa. A lo mejor no me apetece hablar del tema. Y a lo mejor a ti te importa un bledo y me lo preguntas  por cortesía.
Cortesía. El mayor invento social para mentir elegantemente. La de veces al día que preguntamos cosas por cortesía a pesar de importarnos más bien poco, o hacemos cosas que realmente no querríamos hacer solo por quedar bien.
Llegados a este punto, si alguien está leyendo ésto por cortesía, le doy permiso para dejar de hacerlo y  ponerse a hace lo que realmente le apetezca hacer.
Para los que todavía sigan aquí, continúo.
Hay personas que simplemente utilizan las mentiras como defensa. Me explico: gente que tiene un sentimiento de inferioridad y mienten sobre sí mismos o su vida para sentirse más a la altura. Y dentro de este tipo de mentiras están las exageraciones y las fantasmadas. Y todo para buscar la aceptación de la gente. Como si la gente no pudiera aceptar una versión realista de ti.
Después hay otro tipo de mentiras que ya son más conscientes y que las usamos para no ofender a los demás. Seamos sinceros: todos nos llenamos la boca diciendo que nos gustan las personas sinceras, pero luego nos dicen cuatro verdades y pensamos que esa persona es gilipollas. No podemos soportar la verdad. Y eso es un hecho.
“-Oye, ¿te apetece quedar un rato?
-Buuuf, es que estoy muy liada ahora..”
Las excusas son la gran mentira de la humanidad. Pero vamos a ver, a nadie le gusta oír: “No me apetece verte”. Vaya, a menos que yo sea la rara que no quiere oír este tipo de cosas.
Lo peor de todas estas mentiras es que las usamos para el peor engaño que puede existir: mentirnos a nosotros mismos. Si no podemos ni evitar mentirnos a nosotros mismos, ¿cómo no vamos a mentir a los demás? Y siempre encontraremos alguna excusa que justifique el autoengaño. Es un ciclo sin fin.
Sin duda alguna, mi mentira favorita es la ocultación. Mucha gente cree que ocultar cosas a la gente no es mentir, pero ¿sabéis qué? Mienten. Forma parte del autoengaño para poder mantener la consciencia limpia. En el momento en que ocultas algo que sabes que la otra persona debería saber, le estás mintiendo. Aunque esa persona no llegue a saberlo nunca tú sí que lo sabrás. Desde luego que prefiero que me oculten algo a que me mientan en la cara, pero duele lo mismo cuando te enteras. Pero soy de las personas que opinan que en la ignorancia se vive más feliz y que hay cosas que no necesito saber.
No estamos hechos para vivir con toda la verdad. No sabríamos qué hacer  con ella. ¿De qué nos serviría tener la verdad absoluta de todo? A lo mejor no nos gusta esa verdad y nos sentiríamos impotentes al no poder hacer nada para cambiarla.
Parece que esté haciendo apología de la mentira y no. Está claro que yo odio tanto como todo el mundo que me mientan y sentirme engañada, pero también opino que, aunque no sea una justificación, todo el mundo miente por alguna razón y no creo que enfadarse sea la solución, sino demostrarle que puede confiar en ti y que no tiene porqué mentirte. Al fin y al cabo, no solo te miente a ti, se miente a sí mismo.

1 comentaris:

  1. Yo estoy a favor de la verdad incondicionalmente. Hay dos formas de afrontar la verdad (y cualquier otra cosa): cambiarla y aceptarla. Si algo no se puede cambiar para nuestro beneficio, siempre queda la menos atractiva pero también menos energéticamente costosa opción de aceptarlo. Y si nos enfrentáramos a verdades dolorosas de forma cotidiana llegaría el punto en que nos acostumbraríamos a conocerlas, aunque a lo mejor la idea de insensibilizarse a ese tipo de dolor parece algo así como inmoral. En cualquier caso, mientras la mayor parte de la gente mienta los que queremos ser sinceros estaremos jodidos porque nos veremos obligados a ir con la corriente (quizá no siempre pero sí con la suficiente frecuencia como para sentirnos, no sé, sucios) para no estar fuera de lugar. Solución: aceptar.

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

© La alquimia de la sinergia, AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena